Milongueros y Bailarines

Existen multitud de formas de bailar el tango, tantas como formas de sentirlo. Sin embargo, como en otros ámbitos, podemos establecer ciertas generalizaciones. Una de las divisiones que observé es la que hay entre las personas a las que llamo Milongueros, y los que llamo Bailarines. No, no estoy hablando de una división basada en el lugar donde bailan (ya sea escenario o pista) o su asiduidad para hacerlo. Estoy hablando de algo más profundo y que tiene que ver con una forma de sentir y expresar la música.


Anatomía de los sujetos de estudio

Ser intrínsecamente milonguero tiene que ver con algo más que simplemente ir a las milongas asiduamente. Hay bailarines que van todos los días y conservan su esencia de bailarín. Ser intrínsecamente bailarín es más que tomar clases o estar en un show. Hay milongueros que hacen ambas cosas. La principal diferencia, a grandes rasgos, entre ambos es que, el milonguero busca que el baile se sienta bien y el bailarín que se vea bien. Esto no significa en modo alguno que el baile del milonguero sea menos agradable a la vista. Justamente, el sentimiento que pone cuando comienza un tango hace que verlo en la pista transmita algo especial, y por otro lado a veces el bailarín, en su búsqueda estética, puede perderse por senderos poco armoniosos. La belleza del baile a fin de cuentas dependerá mucho más de la calidad de cada uno y por supuesto, de la mirada de quien los observa.


Diferencias Estructurales

Disfrute:
Al milonguero: goza de la cercanía, del contacto. Le gusta abrazar y ser abrazado, y este es uno de sus mayores placeres en el baile. Al bailarín: disfruta más del movimiento. Su abrazo es un medio para su disfrute en el baile, y no un fin.

Conexión: El milonguero: entra en contacto con su pareja por medio de la quietud, del no-movimiento. Se abraza a su pareja, hace contacto con ella, y se mueve. Baila los silencios y sigue la cadencia. El bailarín: se contacta por medio del movimiento, es un contacto dinámico. Se abraza a su pareja, se mueve, y entonces hace contacto. Da menos importancia al ritmo y prefiere las variaciones veloces.

Estilo: El milonguero: generalmente posee una cantidad limitada de pasos, bien aprendidos y sencillos, que repite variando su orden. Aumentar el número o la complejidad de los mismos implica tener que ser más cerebral en el baile, lo que lo alejaría de su disfrute primario, por lo que lo evita. El bailarín: dispone de un arsenal de pasos, de número y complejidad en constante crecimiento, a causa de su ya mencionada búsqueda estética y también por cierta sensación de que repetir un paso en el mismo tango o muy seguido tiene una especie de carácter vergonzoso. Así que, cual mujer coqueta que agranda su vestuario para estrenar un vestido a cada fiesta que va, el bailarín esta siempre memorizando nuevos pasos y combinaciones que pueda estrenar en la próxima milonga.

Aprendizaje: El milonguero: no suele ir a clases. Se guia por la máxima de “la práctica hace al maestro”, y es en la pista donde pule su baile. Además, para los detalles a los que suele dar más importancia hay pocos enseñantes adecuados (ya que son conocimientos difíciles de transmitir): la forma adecuada de caminar, la prolijidad en los pies, la marca. No es raro entonces, que muestre muy buena técnica en algunos aspectos, y en otros, como la postura, tenga falencias. El bailarín: va mucho a clases, a veces más de lo que va a las milongas. Y si tiene que elegir, suele preferir ir a las prácticas, donde goza de más libertad y espacio para experimentar y probar cosas. Su principal interés son los pasos y técnicas nuevas, está siempre en busca de novedades y perfeccionarse. Sin embargo, no suele prestar mucha atención a los detalles mas simples, le cuesta horrores simplemente caminar un tango y sus pies buscan siempre la posición más cómoda, no la más estética.

Marca: El Milonguero: Suele tener una marca muy clara, entendible incluso para principiantes, ya que las lleva con suavidad, pero seguridad y firmeza. “Cancha”, que le dicen. Las milongueras, por su parte, saben adaptarse a todo tipo de abrazo, y los que es más, los disfrutan. Aunque haya malentendidos en el baile, los resuelven con prestancia, en general sin que se noten. Eso si, a ambos les desagrada e incomoda el abrazo muy abierto. El Bailarín: Conoce más tipos de marca, por todos los pasos que saben. Eso si, necesitan de una pareja que sepa seguir bien, y conozca esas técnicas, o se ven muy limitados. Las bailarinas suelen poseer bastante sensibilidad, pero si la marca no es precisa, o es de un estilo diferente al que están acostumbradas, se ven en problemas.


El híbrido (espécimen muuuy exótico)

Existen ciertos elementos danzantes que saben combinar los mejor de ambos mundos. Son milongueros y bailarines. Se los pueden diferenciar por:

Son extremadamente musicales. Esta es una condición sine qua non (je, si, la tengo re-clara con el francés).

Cambian de abrazo y estilo, según la música que estén bailando. Se preocupan de los detalles, y les encanta experimentar nuevas técnicas. Conocen a fondo lo tradicional, y no temen explorar lo nuevo. Pueden bailar un tango con la mayor emoción, pero también con la mayor diversión.

Lamentablemente, hay muy, muy pocos de ellos, y pueden llegar a pasar desapercibidos para muchos, ya que para saber apreciarlos en toda su dimensión, hay que conectarse tanto con el milonguero, como con el bailarín.

Tomado de la lista de e-mails "Tangocaracas" enviado por Oscar Pereira/Gloria Larrazabal

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